TROYANO PARTE II
TROYANO (Parte 2)
Algo cambió: Internet, tal y como ha sido hasta hoy, se “liberó” para los civiles en 1991. Y Michel Acosta lo supo a tiempo. Aún sin conocerse la gran red social, ni pensar mínimamente en lo que ha derivado desde su versión 2.0 hasta la que está introduciéndose en la actualidad con la llamada 3.0 –más interactiva desde operaciones intuitivas, donde lo racional se vela por lo cada vez más multisensorial, con otras herramientas denominadas inteligentes, con el incremento de otras nociones de realidades virtuales, inmersivas y aumentadas–, en ese espacio confluyen muchos principios que de otras maneras se venían implementando desde finales de los años cincuenta del siglo XX, con una explosión en la “era Pop” de los sesenta.
Conocí a Michel al cierre del milenio anterior. Y en la obra que realizaba por esos momentos se percibía su tendencia hacia el imaginario Pop desde una actitud apropiativa y paródica, que mantiene en el presente, sobre iconos, la inmanencia de estos en la sociedad y de esta obsesionada por adquirirlo todo.
Fascinada por consumir lo que mínimamente se presenta como veraz, indicador de un temor cultural al vacío interior, la sociedad sigue afectada con ese “talón de Aquiles” que impulsó a buena parte del Barroco y del consecuente Rococó. La necesidad por engalanarnos y atiborrar de objetos nuestro entorno es síntoma indiscutible, latente y pavoroso del miedo al vacío: al vacío de espíritu, por ende de aliento vital y de la desorientación como seres. Pero ahora masivamente, por lo que, con la cultura del show y la transgresión cínica del Pop –que simula diluir las diferencias entre “alta” y “baja” cultura– se hace cada vez más evidente la inconsciente naturaleza entrópica de quienes creen que viven, embobecidos por una realidad banalizada.
En medio de esa era del espectáculo, pasarela de un establishment, Michel nos espeta esa vida y –como artista de sensibilidad Pop– la manipula a su antojo con sorna, más allá de la ironía y de lo que es considerado “crítico”. Porque su obra resulta en un punto donde nos sentimos acariciados y arropados por lo que proviene de esa misma “trivialidad” consumida. Y es entonces una inmersión placentera en las herejías que vivimos y saboreamos o anhelamos probar pero de la que somos voyeurs de la media social.
Con esa propensión fisgona y apropiativa, Michel atesora una experiencia de más de veinte años produciendo intersticialmente entre lo artístico, lo simbólico, lo estético, lo utilitario; y pondera una cuidadosa facturación, un acabado donde lo manual propio del proceso se confunde con la apariencia del modo en que representa su visualidad. Todo resultado de su naturaleza como manipulador de medios gráficos, pictóricos, escultóricos, instalativos y digitales.
Su formación profesional como artista parte de una exigencia devenida en academia: la de ser consciente de los presupuestos conceptuales y morfológicos con los que opera. Esa suerte de “tiranía conceptual” proveniente de los años ochenta y que –con ciertos cambios en los noventa como efecto de ciertas transformaciones en la circunstancia social, cultural y artística– genera la necesidad, el rigor, por fundamentarlo todo.
En suma, intentar ser claro sobre cada idea que procese. Esa dominación del todo argumentado, condujo en Michel a una perseverancia en torno a tópicos prevalecientes durante estos años, condensados en una suerte de discurso ontológico –su creación expresa un reconocimiento del ser y del espacio a partir de los objetos y los sujetos representados– que aprehende el bombardeo del imaginario objetual y visual contemporáneo y lo devuelve mediante una descomposición-recomposición donde intervienen esas herramientas referidas; pero con un resultado final cercano al entorno tecnologizado que nos afecta mediática y cotidianamente.
Porque muchos de los resultados artísticos de Michel contienen procesos donde intervienen generadores, filtros, graficadores y sintetizadores de imagen. Herramientas todas importantes en el procesamiento icónico. Antes analógicas, hoy reunidas en el ámbito digital sin reñirse con la realidad real, palpable, del objeto físico. Ese todo abre el espectro de su creación como un gran collage. No sólo emplea la conocida técnica sino que —por su propensión al pastiche y la asimilación de fuentes diversas— su metodología es eso: entremezcla de ideas, de materiales, de textos e imágenes, de mensajes o sensaciones. Ese es su “todo” como consecuencia del todo invasivo en el que vivimos.
Hoy, podemos personalizar nuestros anuncios e incorporar el mundo objetual del consumo al campo del arte. O visto a la inversa, este es cada vez más evidente como parte de la mercadotecnia, el empeño de los nuevos entrepeneurs y las reinvenciones identitarias y publicitarias de todo tipo –desde lo más humilde hasta lo más complejo en términos de negocio y búsqueda de capital– que oscilan desde lo sutil, lo subliminal, hasta lo paródico evidente.
frency. Real Montecassino, marzo de 2022.
Máster en Historia del Arte. Profesor, curador, creador y crítico de arte.