STAND ALIMENTICIO
STAND “ALIMENTICIO”
Desde el comilón de soya, que vestía a veces con su fibra y soñaba construir un auto con carrocería derivada de la misma: Ford; contando con la percepción aguzada de Benjamin –del cual ignoro si gustaba de una dieta alimenticia similar-, hasta el mito artista-empresario que fuera Warhol (así Kostaby, Clemente, Schnabel, o el casi transparente Jackson, la terrenal Madonna, el ambiguo Prince, etc.). De todos heredamos, sobremanera del primero, vivir en un mundo donde lo standard homologó las particularidades, para bien y para mal, y el empaste entre el ímpetu creador y el talento corporativo pareciera la solución para el ego y la vida material, con cierta necesidad de anunciarnos.
También para bien y para mal vivimos en una era del espectáculo, de cierto show en la pasarela del establishment. Y hoy podemos personalizar nuestros anuncios e incorporar el mundo objetual del consumo al campo del arte. Esta ganancia desde fines de los cincuenta, bien infiltrada mediante los mass media en el mundo a todos los niveles, es ineludible para hacernos la idea de que vivimos en un mundo moderno. Recordemos que la jet set de la sociedad degusta sus marcas y hasta los indios amazónicos, esos de los que gustó Sting, tienen mochilas Reebok o Adidas –aun malas copias de un “original” poco existente- para llevar sus materiales necesarios.
La propuesta de Michel Acosta contiene esa especie de ADN cultural. Desde hace más de cuatro años viene trabajando con el envase y su apariencia como portador de connotaciones artísticas y emisor conceptual. Con sus Tropical Island, parodiando la marca de jugos y néctares naturales que circula en Cuba en la era “post Periodo Especial” –que es una circunstancia para muchos aún viva-, Michel hacía una alusión al campo mismo del arte y a esa traumática y ya saturada anunciadera de nuestra insularidad devenida ingrediente psicosocial de nuestra identidad cultural. Manipulando medios gráficos, pictóricos, escultóricos, instalativos y digitales, ha en-caja-do un discurso ontológico de su contexto vivencial –que puede desplazarse de Cuba a España o a otros lugares- dejando una impronta visual de los más reconocidos clichés que se muestran de cada espacio.
Le refería ciertos contactos con artistas “del patio” –como podemos decir- como Ciro Quintana desde los años ochenta con su inclusivo “Ciro Art”, Félix Ernesto Pérez en los noventa y tantos con “Eighteens S.A.”, juegos de mesa que ironizaban los mecanismos del arte, Elio Rodríguez con sus parodias de carteles de cine y de marcas cigarreras, todos con connotación erótica, bajo el sello “Macho Enterprise”. O Javier Guerra con sus portadas de una virtual revista “TAlento” que alude a la farándula donde muchos quieren o deben aparecer. Mucho arte detenta el repertorio del diseño publicitario para revertirlo en un mundo de valores no solamente anunciadores; sino también conceptuales.
Ahora WAF (World Art Factory) incorpora lo esencial de su operatoria expresiva o discursiva pero se extiende para constituirse en una suerte de proyecto curatorial. Respetando la propiedad intelectual del artista sobre sus obras, Michel pasa de ser el artista al gestor que invita a otros de sus colegas, de cualquier tendencia, postura, cultura o nacionalidad –pero siempre “artistas”, lo que infiere un valor cualitativo-, para generar un muestrario de envases que remedan la apariencia visual de productos propios de los crecientes Super Markets y a la vez parodian los “ingredientes” necesarios para la expresión creativa. Eso es lo que en esta ocasión me parece más interesante. Porque sin perder su capacidad de concebir –que en él proviene principalmente de lo escultórico para tomar préstamos del grabado y la gráfica en general-, posibilita una unidad ecuménica posible gracias a las herramientas de reproducción en series casi infinitas; empleando medios digitales con superficies plásticas –visuales y físicas- que le otorgan al “producto” una especie de sutileza desde lo ordinario que se vuelve a convertir en emisor de sentidos.
Esta suerte de remembranza de las esculturas blandas de Oldemburg ahora va en una orientación contraria; aunque no opuesta. Porque la propuesta inclusiva de Michel busca con el resultado final de sus “objetos” intervenir una parte del espacio mediático y consumista (porque, no olvidemos, los emporios de venta también forman parte de los medios); para potenciar una suerte de happening o interacción de espectadores, comunes o avisados, con un soporte ya familiar pero que finamente “contiene” una carga artístico-espiritual.
Ello, aunque quizás inconsciente, mas poco ingenuo, responde a una obsesión en la contemporaneidad del arte por devolverle al hombre común –bastante acrecentado numéricamente- esa espiritualidad que se ha ido perdiendo por la cosificación que debido a la industrialización y la ansiedad consumista padecemos. Así hemos aprendido con el arte a revertir la pobreza de sentido humano con el mismo repertorio objetual que nos ha agredido.
Como intentando buscar el punto consensuador entre la necesidad externa e interna del ser humano.
Frency Fernández Rosales.
Master en Historia del Arte.
Profesor, curador, creador
y crítico de arte.
Ciudad de La Habana, septiembre de 2003.